CREENCIAS


 









Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI


Las creencias no son ni buenas ni malas. Son inevitables… Es un mecanismo natural de autodefensa del ser humano para lidiar con los problemas de su consciencia.

 

Nos mentamos de ser “animales racionales”, pero la verdad es que muy poco de nuestro sentir y actuar está regido por nuestra tan enaltecida razón.

 

Las creencias son los juicios de valor que hemos construido a lo largo de nuestra vida y se han convertido en convicciones sin comprobación que adoptamos como normas de conducta.

 

Son inevitables, decíamos, y por cierto necesarias, pues sería imposible vivir si cada uno de los hechos con los que nos enfrenta el devenir de la vida tuviera que ser decodificado a partir de nuestro raciocinio y demostración lógica.

 

Siempre tendremos que enfrentar la frustración de tratar de explicar lo inexplicable, la angustia de reconocer nuestra propia finitud y la incertidumbre que ello provoca y la necesidad de expiación de aquellos actos que repudia nuestra propia consciencia. Nuestra estructura de creencias es un buen recurso para protegernos de esos males ancestrales.

 

Nuestras creencias van construyendo una estructura de paradigmas con las que construimos nuestra ética personal y armonizamos la misma con la moral social.

 

El problema no son nuestras creencias en sí mismas, sino cuando ellas se convierten en prejuicios inalterables sesgando nuestro entendimiento y bloqueando nuestro aprendizaje. Dejan entonces de ser creencias para convertirse en un verdadero conjunto de supersticiones que nos limitan y nos reducen en la más oscura de las ignorancias.

 

La irreductibilidad de nuestras creencias y la falta de apertura mental que ello provoca nos vuelva a la vez más intolerantes, alimenta nuestro sectarismo y a partir de la incomprensión del otro nos vuelve más incomprensibles en nuestro propio interior.

 

Es muy saludable tener creencias y que ellas emerjan sólidos principios de conducta, en tanto nos demos el permiso de ponerlos a prueba de nuestra más serena reflexión, ya sea para reemplazarlos si fuera necesario o en todo caso, para reafirmarlos con mayor ahínco.


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