Actitud Gerencial


 










Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI


Actitud gerencial

 

Puede parecer obvio, pero en ningún momento podemos perder de vista que la base de cualquier desempeño ejecutivo exitoso es una cuestión de actitud.

 

Hablar de actitud implica no solamente poner en juego nuestra profesionalidad, sino ante todo hacer un culto del compromiso por sostener un sistema de valores y creencias a lo largo del tiempo.

 

Y probablemente, los valores más importantes a sostener en materia de desempeño tengan que ver con la responsabilidad y la propensión al riesgo, factores indispensables para edificar una acción consecuente orientada a objetivos y metas.

 

Asumir el valor de la responsabilidad, en forma plena y sin dobleces, es algo mucho más difícil de arraigar en nuestro comportamiento de lo que resulta su mera enunciación, por lo menos para aquellas personas que asumen sus primeros desafíos de conducción.

 

Para muchas personas, este es un tránsito dificultoso que implica un verdadero cambio de su modelo mental respecto del significado del trabajo. Me gusta a menudo decir, a riesgo de sonar reduccionista, que es necesario “dejar de pensar como empleado” y empezar a pensar como gerente.

 

Hay dos factores centrales en este cambio de mirada: enfocarse en la productividad de aquellos que dirigimos y abandonar definitivamente todo resabio de cultura de la víctima respecto de la propia labor.

 

Asumir un rol de conducción requiere entender primariamente que el origen de nuestras recompensas ya no tiene que ver con lo que nosotros “hacemos” (a través de nuestro trabajo directo y nuestra pericia técnica), sino que lo que verdaderamente crea valor es lo que somos capaces de lograr a partir de lo que nuestros colaboradores hagan. Cuando perdemos de vista eso, perdemos de vista la verdadera naturaleza de nuestro rol.

 

Poder cumplir con esta premisa, aunque a veces no lo veamos claro, requiere de un acto de propia fortaleza, autoconfianza y empoderamiento: no es capaz de potenciar el trabajo de otros quien queda preso de sus inseguridades y rehúye el riesgo (allí empieza a cobrar vital importancia la segunda parte de la ecuación que esbozamos).


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