Enemigos del reloj
Hoy escribe... Camila Mele, integrante del Comité Ejecutivo del CEDELI
En posteos anteriores hablábamos acerca de porque sentimos
que habitualmente nos falta tiempo para hacer todas las cosas que queremos o
necesitamos. En este texto se busca detallar aquellos aspectos que hacen que
perdamos el foco de las prioridades a la hora de gestionar el tiempo. Desarrollaremos
5 factores para poder hacer más eficiente nuestra distribución del tiempo y así
aprovecharlo al máximo. Algunos de ellos han sido altamente abordados a lo
largo del tiempo, sin embargo, entenderlos de forma sistémica en este contexto en
particular nos brinda la posibilidad de identificar cuál es el impacto que
tienen en nuestro día a día.
La procrastinación: es la capacidad que tenemos para
suspender tareas o actividades importantes y reemplazarlas por actividades que
nos resultan más sencillas o agradables. La procrastinación es uno de los
mayores enemigos de la consecución de objetivos en tiempo y forma. Para
evitarla es recomendable destinar las primeras horas de nuestra actividad
diaria a la realización de aquellas tareas que menos nos gustan o más nos
cuestan llevarlas adelante. De este modo adquirimos el compromiso en el momento
en que más energía tenemos y ahorramos tiempo evitando las quejas y excusas.
Nadie se perjudica más que nosotros mismos al procrastinar tareas.
Lo urgente vs lo importante: habitualmente tenemos
planificado nuestro día, nuestras horas de trabajo y hasta nuestro tiempo
libre, sin embargo, en la medida en que pasan las horas comienzan a aparecer
tareas que desvían el foco de atención. En general, esas tareas necesitan
atención inmediata, pero la pregunta qué debemos hacernos es si estas tareas
realmente representan aquellos factores que son importantes de atender o
simplemente son tareas que pueden esperar. Por un lado, debemos desarrollar la
capacidad de discernir tareas durante el día, si algo es urgente pero no
importante seguramente tiene la posibilidad de esperar, al menos a que
terminemos de realizar la tarea que estamos realizando en ese momento
particular. Por otro, ¿todo lo que consideramos urgente, realmente lo es?
Improvisación: para hacer una buena gestión del tiempo es
necesario que seamos conscientes del tiempo que nos lleva realizar cada tarea y
qué vamos a hacer en cada momento. Una correcta organización, que no
necesariamente debe ser minuciosa o detallada, ayuda a poder administrar el
tiempo. Desconocer lo que vamos a realizar durante el día nos lleva a la
realización de dichas actividades sin un orden establecido ni una escala de
prioridades.
Imposibilidad de delegación: De las tareas que realizamos, ¿realmente
tenemos que hacerlas todas nosotros mismos? Muchas veces sobrecargamos nuestra
agenda con tareas que realmente no deberíamos estar haciendo y/o qué otras
personas podrían realizar. Es importante desarrollar la capacidad para delegar aspectos
que no son necesarios que nosotros realicemos. En muchos casos esto se debe a cuestiones
de egos, falta de paciencia o ilusión de control.
Actividades que no aportan valor: ¿Cuánto tiempo al día nos
encontramos realizando actividades que realmente no aportan valor agregado a
nuestro trabajo, nuestra vida o a nuestras relaciones personales? Reflexionar
sobre la importancia de las tareas que realizamos y el valor que aportan es
indispensable para poder asignarles un grado de valoración en nuestra agenda y
en base a ello, identificar qué tiempo y preponderancia se les destina. Esto colabora
a la toma de decisiones conscientes en función del tiempo disponible.
Es necesario entender que para poder mejorar la gestión del
tiempo necesitamos una actitud consciente. Ahora bien, una vez que tenemos la
capacidad de asignar mejor nuestras tareas y definir mejor los tiempos, es
importante que cuando realicemos alguna actividad logremos concentrarnos en ella
y no en otra/s, otro desafío al que nos enfrentamos en los tiempos que corren,
pero de ello hablaremos en otro encuentro.
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