La libertad esencial


 










Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI


LIBERTAD ESENCIAL

 

Peligrosas ideologías en las distintas épocas han pugnado por hacernos creer que el hombre es irremediablemente un “esclavo del sistema”, que nada puede hacer para auto determinarse frente a un conjunto de “oscuros poderes” que lo dominan y hacen de su libertad un sueño quimérico.

 

No importa si el sustrato de estas miradas es político, religioso o cultural, en definitiva su efecto es el mismo: anular el poder de la voluntad, lesionar seriamente la autoestima y convertir al individuo en tierra fértil para la acción de los manipuladores.

 

Parece obvio, pero la asimilación de éste credo no solamente domestica el compromiso social de las personas sino también, lo que termina siendo mucho más grave aún, anula la capacidad de emprendimiento individual: quien cree que nada puede hacer frente al dominio de otros… efectivamente nada hace.

 

Somos seres sociales, necesitamos vivir en comunidad, nos organizamos y creamos condiciones de convivencia con los otros mediante distintos mecanismos y somos regidos por creencias y valores propios de nuestra individualidad y también del entorno comunitario que nos contiene.

 

La vida en sociedad conlleva lógicas restricciones que aceptamos para poder integrar el cuerpo social y que establecen renuncias explícitas a nuestro libre albedrío.

 

También es cierto que en muchas circunstancias deberemos atravesar momento aciagos en los que el dominio de otros se vuelve opresor

 

Y hasta inclusive, también podría apuntarse que en muchas circunstancias nos vemos doblegados por el propio devenir de finas causalidades que escapan a nuestra comprensión y bien podríamos registrar en la columna de aquello que llamamos “destino”.

 

Pero ni aún en las peores circunstancias, cuando nada parezca poder ser controlable, podemos renunciar a nuestra libertad esencial, aquella que brinda la real naturaleza de nuestra humanidad: nuestra conciencia.

 

La libertad de conciencia y la acción que se desprende de ella es el último e irrenunciable reducto de nuestra esencia vital: no podemos evitar que la vida nos enfrente a momentos críticos e inevitables conflictos (muchos de ellos originados en el accionar de otros) pero siempre tendremos la elección de decidir qué hacer frente a esas circunstancias.

 

No es un elemento menor la firme creencia en nuestra libertad esencial, en nuestra capacidad para poder enfrentar las vicisitudes de la vida y poder actuar frente a ellas con decisión y valorizando nuestra autonomía: siempre es una falacia atroz refugiarse en la idea de que “nada puede hacerse”.

 

Sentirse dueño de las pequeñas elecciones que realizamos cada día es mucho más que un simple artificio intelectual para sentirnos mejor. Es una base esencial para poder edificar un camino de permanente superación personal.


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