Entender el conflicto


 










Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI


ENTENDER EL CONFLICTO

 

Se ha dicho que el desarrollo del proceso estratégico no difiere en sustancia de lo que significa cualquier proceso decisorio. Su aspecto distintivo es, en todo caso, aquello que llamamos el “hecho competitivo”: una situación puntual del contexto decisorio en la que un determinado estado de naturaleza o un oponente racional (o ambos) generan condiciones que obstaculizan el cumplimiento de nuestros objetivos.

 

En toda situación que caractericemos como “estratégica” subyace como elemento central el conflicto. La selección de instrumentos, momentos y lugares de la ejecución de nuestra acción dependerá, en consecuencia, de nuestra capacidad para identificar y diagnosticar la naturaleza del conflicto que enfrentamos.

 

El conflicto es algo propio de la vida y determina la dinámica de todo orden social. Como hemos dicho en otras ocasiones: la prosperidad de nuestra especie ha estado signada desde sus orígenes por la cooperación, pero ésta es indivisible de la competencia. Ambas son fuerzas de la dinámica social que no existirían la una sin la otra.

 

Los conflictos sirven para crear nuevos órdenes, cuando la entropía del orden vigente amenaza la supervivencia del sistema. Para el individuo, son una fuente de tensión creativa sobre la cual se edifica la mejora.  Sin conflictos quedaríamos, tarde o temprano, sumidos en una realidad mediocre en constante deterioro.

 

Pero el conflicto también es una fuerza de destructora que, fuera de control, separa a las personas y puede dar con tierra a las mejores obras. Esta es la dualidad y el desafío…

 

Poder obrar de una manera estratégica en el abordaje de los conflictos requiere una mirada analítica para reconocer su origen y naturaleza y poder tratar los mismos con las mejores herramientas para aprovechar sus aspectos positivos y neutralizar los negativos.

 

En muchos casos los conflictos tienen una raíz individual: nacen de los desequilibrios emocionales de un individuo y se trasladan de alguna manera al entorno social en que ese individuo se desenvuelve. Si podemos acotarlo en el momento de su desencadenamiento es altamente probable que podamos evitar enfrentamientos inútiles e inclusive poder reducir al mínimo su impacto o eliminarlo operando dialógicamente sobre el individuo.

 

Cuando el conflicto adquiere una raíz interpersonal manifiesta y abarca grupos u organizaciones (ya sea por su origen o derivación) deberemos hacer una categorización distinta o prever otro tipo de intervención. En este sentido, básicamente podemos hablar de cuatro tipos distintos de conflictos:

 

·         Conflictos generados por falta de información: son conflictos de baja escala, generalmente producidos por malos entendidos o mensajes erróneos que por lo general pueden tratarse reviendo la estrategia comunicacional que llevamos adelante.

 

·         Conflictos generados por diferencias en torno a los medios o recursos necesarios para afrontar un problema: son objeto de disputas parciales simbólicas o de baja escala material. Son el terreno natural de las estrategias de negociación y todo medio cooperativo para la búsqueda de acuerdos.

 

·         Conflictos generados por diferencias de propósitos: pueden devenir en enfrentamientos de escala considerable, pero aún así dejan un espacio para la conciliación, aunque la misma se logra a partir de la convicción de alguna de las partes de la necesidad de ceder ante la postura del otro para evitar perjuicios graves o poder preservar en forma concertada determinados beneficios. Este es el terreno natural de lo que llamamos la “acción política”: tiende a operar sobre la correlación de fuerzas en un marco referencial validado por ambas partes. Su instrumento resolutivo por naturaleza es la disuasión.

 

·         Conflictos generados por diferencias en los valores o creencias esenciales: son conflictos en los que la postura de las partes son claramente irreconciliables y solamente pueden solucionarse a partir de una acción directa de una de ellas que anule por completo la capacidad de acción de la otra en el terreno de la actividad


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