MOTIVACION



 











Hoy escribe... Fernando Grosso, Diretctor Ejecutivo del CEDELI


 

La motivación es la causa que moviliza nuestras acciones, la que rompe nuestra inercia y nos dirige hacia el cumplimiento de aquello que hemos establecido como fin, lo que nos permite materializar nuestros deseos, el indispensable combustible que alimenta nuestros logros.

 

La palabra motivación proviene del latín: motivus (movimiento) y el subfijo ción (acción y efecto). Es en términos sencillos, en consecuencia, aquello que nos lleva a movernos, rompiendo con nuestra zona de comodidad.

 

Muchas veces, esperamos que otros generen en nosotros ese efecto y son muy apreciados en el mundo contemporáneo aquellos que cumplen con el rol de “motivadores”, aunque realmente debería pensarse si su influencia es tan real y efectiva como se supone.

 

La motivación es ante todo un estado personal, un verdadero “fuego interior” propio de cada individuo que, en el mejor de los casos, podrá avivarse, pero en modo alguno generarse si no existe de antemano.

 

No hay que, en este sentido, confundir un estado verdadero de motivación, con una simple exaltación emocional: la motivación real presume su mantenimiento en el tiempo y su permanente autoalimentación hasta la obtención del logro que se procura.

 

La acción motivadora, en todo caso, es como intentar hacer arrancar el motor de un automóvil con un empujón: el mismo puede generar el encendido, pero si el motor no está en condiciones de funcionar por sí mismo, luego de un corto impulso volverá a detenerse.

 

Es indudable que son múltiples las fuerzas del entorno que pueden facilitar o entorpecer el proceso de la motivación, pero en definitiva siempre la cosa se inicia y finaliza con uno mismo.

 

¿Por qué es tan difícil para algunas personas motivarse y sostener ese impulso en el tiempo? También pueden ser múltiples las razones, pero las más comunes tienen que ver con la falta de claridad en los objetivos y la ansiedad que nos impide postergar las recompensas.

 

Es realmente muy poco probable que pueda motivarse por algo, aquel que realmente no sabe lo que quiere. Poder definir un rumbo personal y cualificar el mismo en términos de logros concretos a obtener es un sereno ejercicio de reflexión sobre lo que somos, lo que queremos ser y la posibilidad de visualizar un futuro que nos tenga como protagonistas. Es realmente difícil poder definir aspiraciones elevadas cuando emocional y racionalmente “vivimos al día”.

 

Tampoco es viable crear una motivación sostenible si nos devoran nuestras ansiedades y no somos capaces de postergar las legítimas recompensas que nuestro esfuerzo amerita: la cultura del “lo quiero ya” es claramente destructiva para el espíritu.


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