ALGUNAS PAUTAS PARA UN BUEN DESEMPEÑO EN EL LIDERAZGO DE EQUIPOS EN ENTORNOS VIRTUALES
Hoy escribe... Raúl Volker, integrante del Comité Ejecutivo del CEDELI
Quiero resaltar las potencialidades que tiene conformar espacios de trabajo en los entornos virtuales, pensando que no siempre contamos con los especialistas o con las personas que poseen una habilidad o una capacidad necesaria para nuestra actividad, o bien porque se encuentra lejos, o en otros países o ni siquiera forma parte de nuestra organización; y esta es entonces una excelente oportunidad para inspirar y no sencillamente retener a quien posee esos talentos, a sumarse a nuestro equipo a partir de las comodidades de la virtualidad.
Hoy la realidad laboral y la
globalización demandan una cierta flexibilidad que va más allá de una
jornada laboral de 8 a 18 horas, entonces el teletrabajo puede constituirse en
una solución.
Pero desde luego que habrá que vencer ciertos
mitos que se tejieron alrededor del teletrabajo acerca de cómo controlo al
trabajador, que seguramente bajará su productividad, en definitiva, son rigideces
psicológicas y emocionales que son infundadas, así que es necesario
cuestionarnos algunos paradigmas demasiado arraigados.
Liderar implica movilizar y extraer lo
mejor de las personas, lo mejor de cada uno de los integrantes de
nuestro equipo; gestionando las necesidades y expectativas ya que todos queremos
lograr cosas, por lo cual el líder debe ser un entrenador, un facilitador,
un impulsor del desarrollo de ese equipo en el cual, además, debe reconocer
los logros individuales de cada uno de sus integrantes y en lo emocional,
debe conocer y fortalecer sus competencias emocionales.
Debe, además, buscar formar nuevos
líderes y en este sentido, debe vencer los miedos de que quien
trabaja con él, tarde o temprano realice las cosas mejor que lo que el mismo
las hace.
Un equipo que se desempeña en los entornos
virtuales es un conjunto de personas con capacidades complementarias que está
comprometido en un propósito común; un grupo de personas que piensan y hacen
distinto, esa diversidad le da riqueza, creatividad e innovación,
pero al mismo tiempo le agrega complejidad al momento de ejercer ese
liderazgo.
Muchas veces escuchamos hablar de los estilos
de liderazgo para llevar adelante el desarrollo de los equipos y
empoderarlos hacia el logro de los grandes propósitos; pero en este punto, el Dr.
Fernando Grosso suele explicar que esto es una falacia que se contrapone a uno
de los ejercicios centrales de la práctica del liderazgo: la de ser flexibles
y adaptativos porque liderar es ejercer influencia sobre las personas y
sobre el equipo, y sería insostenible pretender sostener un mismo estilo
todo el tiempo para todos ellos.
Un líder no puede acotarse a un estilo,
sino que debe estar preparado para cumplir distintos roles en distintos
momentos donde hay que entender que los distintos mecanismos de influencia
pueden ser empleados con igual eficacia más allá de las distintas
personalidades de los integrantes del equipo.
Es importante en los equipos, establecer una
profunda relación de confianza mutua y de relaciones de lealtad entre
los integrantes del equipo y con el líder, disimulando las falencias y
trabajando de forma coordinada en una unidad con objetivos compartidos.
El Dr. Fernando Grosso, desarrolla la idea
de que la creación de un equipo emerge en tres fases claramente identificables
donde:
·
Primero hay que trabajar individualmente
sobre las personas,
·
luego descubrir sus marcos motivacionales
y, por último
·
Comprometerlos hacia el
enriquecimiento de los vínculos con el equipo y con el líder;
El Dr. Grosso habla de crear una
verdadera mística que hará sentir al equipo que es algo especial y que
está para grandes logros y grandes cosas.
Pero es fundamental resaltar que el
liderazgo tiene que ver con el autoliderazgo, esa dimensión que el líder
debe encontrar en su equilibrio personal entre las normas organizacionales
y la extroversión creativa del equipo que pugna por ejercer su empoderamiento;
debe tener el equilibrio de no coartar las iniciativas ni las motivaciones.
Es un riesgo que el líder debe transitar a
la hora de tomar las decisiones y a la vez, dar la confianza suficiente como
para seguir inspirando a ese equipo a alcanzar la madurez, es decir un
proceso que los lleve al desarrollo de la autonomía y la autoorganización.
Este equilibrio tiene que ver con el
desarrollo de su propia conciencia emocional y con su autoliderazgo y
con la responsabilidad del ejercicio de un liderazgo más presente y
asistido, con más fluidez que aquel que se requiere en los espacios
presenciales.
Cuando hablamos de competencias
emocionales, el autor chileno Humberto Maturana nos dice que los Seres
Humanos existimos entre un flujo de emociones y conductas; y que, al
fluir de una emoción a otra, cambiamos nuestras conductas y esa es una de
las claves para el ejercicio del liderazgo: lograr influir en el momento
de una emoción de rabia o de tristeza para cambiar esa emoción y así cambiar
esa conducta.
Es inevitable sentir esa bronca, sentir
esa tristeza, pero lo que sí puedo hacer, es gestionarlas para cambiar
nuestras conductas manifestando otras más valiosas para mis propósitos.
Las organizaciones están inmersas en esta realidad
VICA, signada por entornos volátiles crecientemente inciertos,
con tramas complejas e interpeladas por ambigüedades, es
necesario entonces, que encuentren marcos de trabajo más ágiles y
dispuestos a encontrar respuestas más claras y precisas para
retroalimentar sus procesos organizacionales.
La búsqueda de estos nuevos marcos
organizacionales y nuevos marcos de trabajo debe contemplar 4 pilares
básicos: Consolidar equipos multidisciplinarios; empoderarlos para la toma
de decisiones en base a los objetivos organizacionales; inspirarlos a desarrollar
la madurez del equipo y fortalecerlos en su autonomía y autoorganización; y
es crucial desarrollar la autoconfianza en cada uno de los integrantes
para establecer un adecuado clima de trabajo y de pertenencia al equipo.
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