JERARQUIAS
Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI
Con
cada vez mayor frecuencia, observo con desazón, que está bastante de moda en
muchos sectores de la sociedad y se ha hecho parte del discurso de muchas
personas supuestamente “progresistas y libertarias” la condena de las
jerarquías.
En
muchos de los alegatos que escucho en dicho sentido, se alternan posturas de
máxima ingenuidad teñidas de bastante ignorancia, otras revestidas de la
conveniencia hipócrita de unos pocos y también algunas ya corrompidas por una
irrecuperable estupidez.
En lo
personal me resultan incomprensibles, pues a riesgo de que aquellos mismos a
quienes denuesto me tilden de “reaccionario conservador”, la verdad es que no
puedo concebir la vida en sociedad sin jerarquías.
Pasemos
en limpio algo esencial: jerarquía no significa linealidad, ni opresión, ni
autoritarismo, ni nada que se le parezca… ¿De dónde sacaron eso? Es probable
que quienes en cualquier expresión encuentran rasgos de dominación, sea porque
ellos mismos se sienten sumisos. Erich Fromm decía que, en definitiva, todo
autoritarismo tiene fundamento en el miedo a ser libre (permítanme esta
digresión, como fundamento adicional de lo que afirmo).
No,
decididamente una jerarquía no es nada de eso. Sencillamente lo único que marca
es un orden institucionalizado entre las personas, que asumen distintos roles
necesarios para el progreso del conjunto.
La
jerarquía representa un orden y ese es el más natural de todos: el orden
natural… ¿O acaso alguien conoce algún fenómeno natural que no esté regido por
algún tipo de jerarquía? (salvo el de los virus, por supuesto… y la biología
evolutiva no está aún totalmente convencida de ello).
¿Qué
es lo contrario de una jerarquía? Respuesta elemental: la anarquía y ésta
implica la anomia social, que mina las raíces mismas de la convivencia... Por
favor, y no seamos tan obvios para alabar el caos imaginando que de él surgirá
un nuevo orden, pues esto no es tan sencillo cuando los que quedan en el medio
son personas.
Estoy
convencido, que quien no aprende a vivir dentro de un orden jerárquico (y la
familia es el primigenio y más elemental de todos ellos) y honrar el rol
particular que le cabe dentro de él, se convierte en un individuo marginal,
inepto para la convivencia y en consecuencia altamente nocivo para sus
semejantes.
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