El gerente y la organización
Hoy escribe... Fernando Grosso, Director Ejecutivo del CEDELI
El Gerente y la Organización
Desde
los mismos orígenes de la civilización humana ese fenómeno social que llamamos
“organizaciones” se ha convertido en un factor de genuino progreso y
prosperidad para las distintas comunidades.
Desde
un punto de vista filosófico, la idea de organización representa la
manifestación explícita del espíritu de cooperación humana y la asunción de la
complementación de roles y competencias diferenciadas para potenciar la
concreción de un destino común.
En
términos operacionales, el carácter organizacional nos muestra el camino hacia
una mayor productividad y la mejor aplicación posible de los recursos con los
que se cuenta mediante el estudio minucioso de las tareas definidas y la
asignación clara de funciones y responsabilidades.
Los
párrafos anteriores bien podrían ser la introducción de cualquier libro básico
de administración general y si así fuera tal vez serían útiles para el proceso
de sensibilización de todo aquel que se esté iniciando en la disciplina, pero
muchas veces ocultan un terrible “lado oscuro” que hay que reconocer y
enfrentar.
Las
organizaciones pueden constituirse también en implacables trampas para la
iniciativa individual y, según como se conciban, aplastar la creatividad
terminando por neutralizar lo más importante del talento humano: su iniciativa
y determinación.
Cuando
a principios del S.XX los pioneros del pensamiento administrativo introdujeron
ideas acerca del estudio científico del trabajo, la estandarización y la
especialidad en el desarrollo de tareas generaron un avance que sería
determinante en la definitiva conformación de una “sociedad de organizaciones”
donde cada individuo parecía finalmente haber encontrado el lugar donde mejor
podía aplicar su esfuerzo para obtener la mejor recompensa.
Pero
las mejoras generaras no tuvieron un alcance demasiado largo y eso no puede
achacarse al pensamiento de los impulsores si lo contextualizamos
adecuadamente, pero los cambios sociales y la propia evolución de las ciencias
del comportamiento humano en las siguientes décadas puso en evidencia lo
limitado de dichos aportes si se tomaban como un dogma.
Está
claro que la división de trabajo es la esencia de la propia idea de
“organización”, que una asignación clara de responsabilidades en torno a una
jerarquía y potestades decisorias y un adecuado nivel de definición de cada
espacio de trabajo contribuye a una mejor interacción entre las personas y
abona la posibilidad de un mejor desempeño, pero si ello se interpreta de una
forma rígida y mecánica inevitablemente va a generar el efecto contrario que se
busca.
No
muchas décadas después de estos primeros avances de la incipiente ciencia de la
administración algunos tuvieron la “brillante idea” de adaptar algunas teorías
sociales de fines del S XIX a la dinámica organizacional imaginando una
combinación de extrema normalización junto a una estrafalaria idea de control
social, se constituiría en el remedio de todos los males y habríamos encontrado
la salvaguarda definitiva que colocaría en un estado óptimo de funcionamiento
esa “gran maquinaria humana” que representaban las organizaciones: se había
iniciado el imperio de la burocracia... Y con ella una nueva “casta” de
ejecutivos aferrados a las mieles prometidas por ella: los burócratas.
Voy a
eludir expresamente viejas discusiones (que a esta altura considero
anacrónicas) que encarnan aquellos que ensayando un gesto que denote equilibrio
y un cierto aire de fingida sabiduría nos hablan de loas “grados adecuados de
burocracia” o los beneficios que dicha adecuación puede presentar. La verdad es
que no hay ninguna idea, por valiosa que parezca en su concepción, que pueda
tomarse como válida cuando, por la propia naturaleza del ser humano se advierte
que su práctica va a ser evidentemente distorsiva... Y la verdad es que
difícilmente alguien pueda dar un ejemplo contundente de ámbitos donde la
teoría de la burocracia pueda haber generado más beneficios que desastrosos
perjuicios.
Los
defensores de la burocracia (lo hagan explícito o no) viven aferrados a una
zona de confort de la que no atinan a moverse y ante cada problema obvio que el
sistema presenta, para ellos la quimera es pretender reemplazar la carencia de
liderazgo, por más burocracia.
Debo
advertir en consecuencia, que todo gerente que en un determinado momento decida
asumir un rol verdaderamente transformador que garantice la sostenibilidad de
la organización, se encontrará tarde o temprano con las intenciones aviesas de
un burócrata que, conscientemente o no se convertirá en su principal enemigo.
Sería
iluso pensar que, en la medida que pretendamos honrar realmente nuestro rol
vamos a poder eludir estas circunstancias: más tarde o más temprano deberemos
actuar con decisión e iniciar una verdadera “cacería de dinosaurios”, sin
exponernos a un desgaste innecesario, pero asumiendo que hay cosas que vamos a
tener que tomarnos muy en serio, otras que tal vez no y decididamente otras en
las que deberemos actuar con pragmatismo y detrás de una apariencia de proceder
orgánico, transgredir sin miramientos en nuestra acción cotidiana.
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